LA ORACIÓN
“La oración
y la contemplación de las cosas celestiales son el verdadero y más natural alimento de nuestra alma”. (S. Francisco de Paula)
La oración
es uno de los contenido integrante de nuestros carisma cuaresmal: oración -ayuno-caridad.
Tal como dice nuestra Regla, la oración, favorecida por “el silencio evangélico, debe ser pura y asidua”; la Regla nos exhorta “a no descuidar el empeño de la santa oración”, pues, “Es
una gran fuerza y, como fiel mensajero, cumple su misión y llega allí donde la carne no puede llegar”. Y nos señala algunas virtudes que favorecen la oración: “Sean todas exhortadas a ser benignas, modestas y ejemplares,
a no juzgar a los demás, sino a sí mismas, y a huir del mucho hablar, que no suele ser sin culpa”.
La oración es nuestro verdadero apostolado. Por eso nuestra vocación contemplativa es al
mismo tiempo una verdadera vocación apostólica:
“La Iglesia peregrinante es, por su propia naturaleza, misionera; por ello, la misión es esencial para los institutos de vida contemplativa.
Las monjas de clausura la viven permaneciendo en el corazón misionero de la Iglesia mediante la oración continua, la oblación de sí mismas y el ofrecimiento del sacrificio de alabanza”.
“El monasterio representa la
intimidad misma de la Iglesia, el corazón, donde el Espíritu siempre gime y suplica por las necesidades de toda la Humanidad y donde se eleva sin descanso la acción de gracias por la Vida que cada día Él nos regala”.
(Verbi Sponsa)